jueves, 24 de enero de 2013

La reforma

No había en el pueblo un oficio peor mirado que el de ser portero de aquel prostíbulo, pero nuestro protagonista no podía, ni sabía hacer otra cosa. Ya lo fue su padre y antes su abuelo. El no sabía leer ni escribir.
Todo iba normal hasta que el dueño del prostíbulo murió y se hizo cargo un joven que nada tenía que ver con él, ni con su familia.
Un joven con inquietudes, emprendedor,
decidido, que quería modernizar el negocio.
Empezó por modificar las habitaciones, después citó a sus empleados para darles nuevas instrucciones.
Al portero le dijo:
- Usted a partir de hoy, además de guardar la portería, anotará el número de parejas que entran cada día y a una de cada cinco le preguntará qué opina del lugar, hará un informe y cada mes me lo enviará.
Pero como el conserje era analfabeto, perdió el puesto que quedó para otro.
Pensando en qué podría trabajar, recordó que en el prostíbulo arreglaba cosas, como un mueble roto, o una puerta y decidió hacer esto para los demás mientras encontraba otro trabajo.
Buscó en casa las herramientas y sólo encontró unos clavos oxidados, así que marchó a otro pueblo a comprarlas. Cuando regresó, su vecino le pidió prestado el martillo, otra vecina le pidió que fuera a comprar para ella otras cuantas
herramientas.
Con el tiempo, una vez por semana iba al pueblo vecino para comprar lo que necesitaban los del lugar.
Pronto compró un local para vender sus herramientas y poco a poco se convirtió en el ferretero del pueblo.
Sucedió que en diez años aquel hombre, con honestidad y trabajo llegó a ser un millonario fabricante de herramientas y en el empresario más poderoso de la región.
Un año donó para su pueblo el dinero suficiente para hacer una escuela.
El alcalde organizó una fiesta y una cena para agradecerselo, y le dijo:
- Con gran orgullo y gratitud le entrego las llaves de la ciudad y le pido que nos conceda el honor de poner su firma en el primer libro de actas de la escuela.
- Me gustaría, contestó nuestro personaje, pero yo no se leer, ni escribir.
- Si usted construyó un imperio industrial, sin saber leer ni escribir, me pregunto que hubiera hecho si no hubiera sido analfabeto.
- Pues le voy a contestar, si hubiera sabido leer y escribir, hoy sería portero de un prostíbulo.

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