sábado, 20 de febrero de 2010

El alpinista

Subía la montaña a prisa, pues quería ser el primero en llegar, para no compartir con nadie el premio.
Pronto oscureció, la noche cayó con gran pesadez, ya no se veía absolutamente nada.
Subiendo por un acantilado, ya cerca de la cima, resbaló y se desplomó por los aires. Caía a una velocidad vertiginosa, pensaba que iba a morir, cuando, de repente, notó un tirón muy fuerte que casi lo parte en dos.
Había quedado suspendido en el vacío por la cuerda.
En esos momentos de angustia, sin ver
absolutamente nada, ¿ Quién le ayudaría ?. Empezó a gritar con toda su alma:
- ¡ Ayúdame, Dios mio !. ¡ Ayúdame !.
Una voz grave y profunda venida de los cielos le contestó:
- ¿ Qué quieres que haga por ti ?.
- Sálvame Dios mio. Respondió.
- Realmente. ¿ Crees que puedo salvarte ?.Contestó la voz desde las alturas.
- ¡ Por supuesto, Dios mio !.
- Entonces, (contestó Dios), corta la cuerda que te sostiene.
Hubo un momento de amargo silencio.
El hombre se aferró más a la cuerda dudando de la propuesta.
A la mañana siguiente el equipo de rescate lo encontró congelado, agarrado con fuerza a la cuerda. Colgaba a sólo un metro del suelo.

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